Salud Inmunitaria


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El Timo es un órgano linfoide que está totalmente desarrollado en los primeros meses de gestación del feto y que aumenta de tamaño hasta la adolescencia. Después de esta etapa empieza su proceso de atrofiamiento, disminuyendo progresivamente, lo que se conoce como “involución del timo”.


El timo cumple diversas funciones, entre ellas estimular el crecimiento de los huesos, favorecer el desarrollo de las glándulas sexuales y colaborar en el desarrollo y maduración del sistema linfático. Sin embargo, su principal función es la producción, la maduración y la diferenciación de los linfocitos T o células T, células del sistema inmune, indispensables para combatir diferentes antígenos extraños que puedan invadir nuestro organismo. 


Actualmente se ha demostrado que el timo tiene capacidad para funcionar y producir linfocitos en edades adultas. Hasta ahora se pensaba que el timo en edad adulta no tenía funcionalidad, ya que tras la pubertad este órgano involuciona reduciendo considerablemente su tamaño por lo anterior se demuestra la potencialidad del timo como órgano con un papel importante en la defensa del organismo aun en edades adultas.


Al mismo tiempo existe un proceso conocido como inmunosenescencia que se traduce en un envejecimiento de nuestro sistema inmune, que sufre una pérdida de su capacidad de respuesta ante enfermedades y vacunas. Este fenómeno se vincula con un mayor número de infecciones en el individuo y se cree que puede influir en el desarrollo de cáncer o enfermedades autoinmunes. Un aspecto especialmente relevante es que la función tímica en los adultos es muy heterogénea y está relacionada con el envejecimiento del sistema inmune.


El buen funcionamiento de los órganos depende del buen funcionamiento de sus células. Las células viejas funcionan peor. Además, en algunos órganos, las células mueren y no son reemplazadas; por lo tanto, el número de células disminuye. El número de células en los testículos, los ovarios, el hígado y los riñones disminuye de forma notable con la edad. Cuando el número de células llega a ser demasiado bajo, el órgano no funciona con normalidad. Por ello, la mayor parte de los órganos funcionan peor con la edad. Sin embargo, no todos los órganos pierden el mismo número de células. El cerebro es un ejemplo. Las personas mayores sanas no pierden muchas neuronas.


El deterioro de la función de un órgano debido a una enfermedad o al propio envejecimiento puede afectar la función de otro órgano. Por ejemplo, si la ateroesclerosis estrecha los vasos sanguíneos de los riñones, estos funcionarán peor debido a la reducción del flujo sanguíneo.


A menudo, los primeros signos del envejecimiento afectan al sistema musculoesquelético. Los ojos, seguidos por los oídos, comienzan a cambiar al inicio de la edad adulta. La mayoría de las funciones internas también disminuyen con la edad. La mayor parte de las funciones corporales alcanzan su valor más alto poco antes de los 30 años, y a partir de ahí empieza un descenso gradual pero constante. A pesar de este descenso, la mayoría de las funciones siguen siendo correctas porque la mayor parte de los órganos tienen una capacidad funcional considerablemente superior a la requerida por el organismo (reserva funcional). Por ejemplo, si la mitad del hígado se destruye, el tejido restante es más que suficiente para mantener un funcionamiento normal. Por lo tanto, son las enfermedades, más que el envejecimiento normal, las que explican la pérdida de la capacidad funcional en edades avanzadas. 


Algunos órganos son más propensos a funcionar de forma inadecuada que otros; dichos órganos incluyen el corazón y los vasos sanguíneos, los órganos urinarios (tales como los riñones), y el cerebro.


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