Salud de los Hombres
Los cambios en el aparato reproductor masculino por el envejecimiento pueden abarcar cambios en el tejido testicular, producción de espermatozoides y función eréctil. Estos cambios usualmente ocurren de manera gradual. A diferencia de las mujeres, los hombres no experimentan un cambio mayor y rápido (durante varios meses) en su fertilidad a medida que envejecen (como la menopausia). En lugar de esto, los cambios se presentan en forma gradual durante un proceso que algunas personas denominan andropausia.
Los cambios por el envejecimiento en el sistema reproductor masculino se presentan principalmente en los testículos. La masa tisular disminuye. El nivel de la hormona sexual masculina, la testosterona, se reduce gradualmente. Puede haber problemas para conseguir una erección. Esta es una desaceleración general, en lugar de ser una falta total de funcionalidad.
La próstata se agranda con la edad ya que parte de su tejido es reemplazado por tejido fibrótico similar a una cicatriz. Esta afección, que se denomina hiperplasia prostática benigna (HPB), afecta a cerca del 50% de los hombres. La HPB puede causar problemas de micción lenta y de eyaculación. Tanto en los hombres como en las mujeres, los cambios del sistema reproductor están estrechamente relacionados con los cambios del sistema urinario.
Muchos de los cambios físicos relacionados con la edad, como el agrandamiento de la próstata o la atrofia testicular, deben ser tratados como problemas de salud, como hipertensión y diabetes, estos también pueden prevenirse tanto con la función urinaria como la sexual.
La Andropausia es el proceso por el cual las capacidades sexuales del hombre disminuyen con la edad al igual que otras funciones orgánicas, resultado de los bajos niveles de testosterona en el organismo, o bien por el mal funcionamiento de los receptores de testosterona. Por esta razón, la calidad de vida disminuye y se presentan una serie de problemas entre los que destacan: pérdida de energía, fatiga, disminución de la capacidad de concentración y memoria, depresión, falta de motivación, irritabilidad, debilidad muscular, disminución del deseo o impotencia sexual, disminución del vigor físico, insomnio, aumento de peso, resequedad en la piel, osteoporosis, dolores articulares y disminución de la estatura.
El cáncer de próstata y la enfermedad cardíaca son riesgos potenciales producidos por este desbalance hormonal.
El buen funcionamiento de los órganos depende del buen funcionamiento de sus células. Las células viejas funcionan peor. Además, en algunos órganos, las células mueren y no son reemplazadas; por lo tanto, el número de células disminuye. El número de células en los testículos, los ovarios, el hígado y los riñones disminuye de forma notable con la edad. Cuando el número de células llega a ser demasiado bajo, el órgano no funciona con normalidad. Por ello, la mayor parte de los órganos funcionan peor con la edad. Sin embargo, no todos los órganos pierden el mismo número de células. El cerebro es un ejemplo. Las personas mayores sanas no pierden muchas neuronas.
El deterioro de la función de un órgano debido a una enfermedad o al propio envejecimiento puede afectar la función de otro órgano. Por ejemplo, si la ateroesclerosis estrecha los vasos sanguíneos de los riñones, estos funcionarán peor debido a la reducción del flujo sanguíneo.
A menudo, los primeros signos del envejecimiento afectan al sistema musculoesquelético. Los ojos, seguidos por los oídos, comienzan a cambiar al inicio de la edad adulta. La mayoría de las funciones internas también disminuyen con la edad. La mayor parte de las funciones corporales alcanzan su valor más alto poco antes de los 30 años, y a partir de ahí empieza un descenso gradual pero constante. A pesar de este descenso, la mayoría de las funciones siguen siendo correctas porque la mayor parte de los órganos tienen una capacidad funcional considerablemente superior a la requerida por el organismo (reserva funcional). Por ejemplo, si la mitad del hígado se destruye, el tejido restante es más que suficiente para mantener un funcionamiento normal. Por lo tanto, son las enfermedades, más que el envejecimiento normal, las que explican la pérdida de la capacidad funcional en edades avanzadas.
Algunos órganos son más propensos a funcionar de forma inadecuada que otros; dichos órganos incluyen el corazón y los vasos sanguíneos, los órganos urinarios (tales como los riñones), y el cerebro.